Emakunde presenta un estudio que analiza el miedo de las mujeres en los espacios públicos y sus consecuencias
Emakunde/Instituto Vasco de la Mujer ha publicado el estudio «¿La calle es mía? Poder, miedo y estrategias de empoderamiento de mujeres jóvenes en un espacio público hostil”, un estudio fruto de la beca a trabajos de investigación en Igualdad de Mujeres y Hombres que el Instituto otorga cada año y que ha sido realizado por María Rodó de Zárate y Jordi Estivill i Castany.
El estudio, que se basa en una metodología participativa realizada con setenta jóvenes de tres localidades (Barakado, Hernani y Vitoria-Gasteiz), analiza el uso y la experiencia del espacio público por parte de las y los jóvenes desde los condicionamientos de género: Cómo el género influye en la vivencia de las ciudades, las calles y sus espacios. La investigación se adentra en las causas de este miedo y las consecuencias que el miedo tiene para el acceso de las mujeres a la ciudad. Analiza cómo se configura el miedo, a qué obedece y qué implicaciones generales tiene para la perpetuación de la violencia contra las mujeres.
El estudio constata, en primer lugar, que el miedo tiene género. Que las chicas viven el espacio público como un espacio más hostil e inseguro que los chicos. Y que esto tiene unas consecuencias emocionales y de restricción de su libertad incomparablemente mayores que las derivadas de la experiencia de los hombres.
Según el estudio, el miedo lo sienten tanto mujeres como hombres jóvenes, pero el miedo lo tienen en ambos casos siempre a los hombres. Las mujeres temen el abuso, la agresión sexual, la violación; tienen menos miedo cuando son más jóvenes y van aumentando su sentimiento de vulnerabilidad a medida que sus cuerpos son leídos como femeninos y como vulnerables a agresiones sexuales. En el caso de los hombres jóvenes temen el atraco y una posible agresión física extrema, pero lo van perdiendo a medida que van creciendo y encajando en el rol masculino: dar miedo y no tenerlo.
Socialización y transmisión del miedo
El estudio indica que existe una socialización y transmisión bien clara de este miedo hacia las chicas principalmente. Las chicas identifican esta transmisión en los límites que les ponen en la familia y los comentarios que les hacen en casa, pero también de la sociedad en general. Desde pequeñas se les muestra el espacio público como algo peligroso, no apto para ellas y donde deben tener grandes precauciones. Les dicen que vayan con cuidado, que no vayan solas, que vigilen que no les echen nada en la bebida… Pero también que no vayan “provocando”, o ‘vestidas según cómo’. Se percibe, por el contrario, una ausencia de mensajes a los chicos dirigidos a prevenir el origen de la violencia.
El miedo en el espacio público no solo implica una restricción de acceso a la ciudad para las mujeres sino que a la vez contribuye a invisibilizar las violencias que se dan en el ámbito privado (y por parte de personas conocidas) y a desproveer de herramientas para hacerle frente. Por eso hay que ver con ojos críticos el miedo al espacio público. Las agresiones que se sufren y la percepción del miedo no se sitúan al mismo nivel, y la configuración del miedo tiene implicaciones que van mucho más allá del temor a las agresiones: son parte de la construcción de la feminidad en relación a la vulnerabilidad y a la restricción de la libertad de movimiento. El debate, pues, está en ver cómo se trata el acoso callejero y las agresiones contra las mujeres en el espacio público de forma que se reconozcan como violencias pero no impliquen restricciones de movimiento ni una invisibilización de las violencias que se dan en los espacios privados.
Gobierno Vasco
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redaccion@gipuzkoadigital.com GipuzkoaDigital.com 2 Noviembre 2016
Donostia San Sebastián
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