- Texto del cuento IA
La playa de Ondarreta, famosa por su arena fina y sus olas perfectas, se vio envuelta en un peculiar conflicto. Unas piedras, no cualquier piedra, sino guijarros singulares de formas caprichosas y colores vibrantes, comenzaron a brotar de la arena como si la tierra misma las quisiera mostrar al mundo.
Al principio, estas piedras eran pocas y despertaban la curiosidad de los bañistas. Eran como pequeños tesoros que el mar regalaba a los más afortunados. Los niños las recogían con entusiasmo, construyendo castillos de colores y llenando sus bolsillos de recuerdos únicos.
Sin embargo, no todos compartían la fascinación por estas piedras rebeldes. A los ojos de algunos políticos, representaban un obstáculo para la imagen perfecta de la playa. Las consideraban sucias, molestas y un peligro para los turistas.
Con firme determinación, ordenaron la retirada de las piedras. Trajeron excavadoras y tractores, removiendo la arena con brusquedad, arrancando las piedras de su hogar natural. Pero, para sorpresa de todos, las piedras regresaban.
Cada año, con la llegada del verano, las piedras volvían a brotar de la arena, más numerosas y hermosas que antes. Era como si la playa se rebelara contra la imposición humana, defendiendo su tesoro natural.
Los políticos, confundidos y frustrados, no sabían qué hacer. La batalla contra las piedras parecía perdida. Pero un día, una niña pequeña se acercó a uno de ellos, sosteniendo un puñado de piedras en sus manos.
«¿Por qué quieren quitar las piedras?», preguntó con inocencia. «Son tan bonitas».
El político la miró con atención y por primera vez las vio realmente. No eran solo piedras, eran pequeñas obras de arte esculpidas por la naturaleza. En ese momento, comprendió que la playa no necesitaba ser perfecta, sino auténtica.
Las piedras de Ondarreta se quedaron. Se convirtieron en un símbolo de la resistencia de la naturaleza ante la intervención humana y un recordatorio de que la belleza a menudo se encuentra en lo inesperado. Los bañistas las siguen recogiendo con alegría, y los niños construyen castillos aún más coloridos, ahora con la bendición de las autoridades.
La playa de Ondarreta ya no es solo un lugar para tomar el sol y disfrutar del mar, sino también un espacio para admirar la belleza caprichosa de la naturaleza y la fuerza de su voluntad.
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- Texto opinión. Remitido: Xio Segundo para https://GipuzkoaDigital.com
Nos gustan Las Piedras de la Playa de Ondarreta y disfrutamos con los grandes inventos de TBO que hacen para quitarlas. NO las quites, ahorra ese dinero.
De como el político local y regional se pensaba que quitar Las Piedras de la Playa de Ondarreta era tan fácil como decir “hazme en esos únicos jardines que hay en el barrio de Gros una escuela de cocina” y aquel periódico, ya sin rotativa en la provincia, que tanto escribía de ellas con el anterior Regidor ahora es tema tabú. Los grandes inventos de TBO para quitarlas: las calicatas, las cámaras que desde el torreón de Igeldo las vigilaban, manijeros cogiéndolas a mano en pleno 2016 y el que comentaba en X aquel viejo tuitero, “un americano dice que estas piedras están muy ricas y se llenaría todo de turistas cultos haciendo cola para llevárselas todas”.
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El SÍ de Las Piedras Rebeldes de Ondarreta